El docente debe ser un lector autónomo,
recomendar los textos sin imponerlos,
partiendo siempre de los gustos, intereses y necesidades de los estudiantes,
tanto en el ámbito emocional como en el cognoscitivo, para que pueda ser un
mediador entre el libro y el estudiante. Antes de recomendar los libros debe
haberlos leído previamente, además debe ser un ejemplo para sus estudiantes,
por ello a la hora de fomentar la lectura y la escritura debe pasar al tablero, compartir sus escritos y el gusto por los
libros, construir significados en conjunto con sus estudiantes. El docente
siempre debe ser un orientador y propiciar actos comunicativos tales como
foros, tertulias, recitales, hora del cuento, concursos literarios…, de esta
forma creará un ambiente agradable para leer y escribir, y además promoverá aprendizajes significativos.
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